martes, 26 de octubre de 2010

Dimisión de todos

SON muchos los que afirman que Rodríguez Zapatero está tocao, como en el juego de los barquitos, y dentro de éstos hay un buen porcentaje que está deseando que se hunda de una vez, que mucho está tardando. Es una reacción comprensible, no sólo por sus últimas duras medidas, que afectan a la economía de personas que no destacan, casi ninguna, por recibir sueldos elevados, sino, sobre todo, por la forma en la que ha ido afrontado los acontecimientos, con medidas que se han percibido como poco serias e improvisadas, lo cual ha provocado una singular y, a la vez, extrema falta de confianza en su liderazgo y en su capacidad para dirigir las riendas del Gobierno central.

Sabedores de esta realidad, como es lógico, la oposición pretende aprovechar la oportunidad, no quiere dejar pasar la ocasión de sacar tajada del momento -cualquier partido lo haría- y cada uno de los que la componen se las ingenia para ver cómo se benefician.

A la vista de cómo está el patio, en la que se palpa sin dificultad la debilidad de los socialistas, los del Partido Popular -acompañados de su ámbito de influencia mediáticase han lanzado a repetir, cada vez que surge la oportunidad, una versión adaptada de aquel famoso "váyase Sr. González" que reiteradamente pronunciaba, como el muñeco de un ventrílocuo, el entonces aspirante a La Moncloa, José María Aznar. "Dimisión,
dimisión…" piden, corean, gritan y claman los del PP, al son de manotazos sobre las mesas, con un soniquete que recuerda a ciertas escenas de películas. Dimisión por aquí, por allá, ayer, hoy y, seguro, mañana. Los peperos no se cortan. Están arañando las puertas del poder y eso les hace estar exultantes, nerviosos y atrevidos. ¿Por qué no perder un poco o mucho la compostura, si mañana puede recomponerse?
Sin embargo, quizás la derecha política o la que eufemísticamente denominan centro derecha, la que milita en el PP, tendría que plantearse la solicitud y exigencia que reclaman. Tal vez, les convendría que miraran, observaran y -¿por qué no?- se zambulleran en la sociedad, al margen de siglas, de ese mundo cerrado que impera tanto en los partidos, de ese aire viciado del aparato y de ese hablar y escucharse sólo para
uno mismo o para los de la casa. Se percatarían de que la ciudadanía está harta de todos y de que, puestos a hablar de renuncia o abandono, habría que hacerlo en plural. Lo ideal sería que dimitieran todos y cada uno de los dirigentes actuales de todas las organizaciones, incluidas las sindicales, para que se diera paso a una total renovación, con la esperanza de que no se colaran tantos demagogos, ineptos y oportunistas como
los que ahora padecemos. Bueno, sé que lo anterior es imposible, que es únicamente un desiderátum, pero les confieso que me he quedado muy a gusto diciéndolo. Gracias por su consideración. 

Francisco Revuelta

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